miércoles, 27 de agosto de 2008

¿Y si los Aztecas hubiesen descubierto Europa? 2o capítulo


Por:

Héctor Augusto Martínez Spota


Topiltzin salió "hecho la cochinilla"para Zempoala con la certeza de que ya contaba con ciento cincuenta tripulantes, en tanto Martolinalli empezó a pensar la forma en que le comunicaría a Foxtezuma el hecho de que ella se había echado a cuestas el arranque del proyecto de expedición.

Aún cuando hasta ese momento había superado casi todos los escollos, sabía que aún se requería del apoyo de su Monarca para dejar a punto la expedición. Hacían falta provisiones de boca y los armeros reales se negaban en redondo a fabricar el armamento si no antes les era entregado el anticipo correspondiente aduciendo que "ya conocían como se las gastaba El Tlatoani".

Martolinalli quemaba neuronas furiosamente tratando de crear el ambiente propicio para notificar a su consorte.

Por su parte, Foxtezuma veía minuto a minuto como cambiaba el humor de su media naranja y alguna vez la sorprendió hablando consigo misma y por las noches dormida balbuceaba frases sin sentido como: ¡ Hummm..., aceitunas, jamón, chamorros, alubias, peinetas, mantillas, castañuelas y muchas más frases sin sentido.

Sin embargo, toda vez que durante el día se encontraba tan atareado dando movimiento a la boca y a la bota en sus frecuentes giras "de trabajo" que olvidaba estos detalles, prometiéndose investigarlos más adelante.

Por ello, al llegar esa noche a su residencia en "Los Capulines", la morada Real, le sorprendió que Martolinalli le esperara radiante, como si fueran de fiesta, ataviada con las más finas prendas, de las que eran confeccionadas para ella en exclusiva.

Apenas llegó el Dignatario, su cónyuge le condujo a la mesa donde había dispuesto las mejores viandas, que sabía eran del gusto del poderoso, además del imprescindible neutle - que sería llamado años más tarde-: "el néctar blanco de los sueños negros", en sus deliciosas, olorosas, frescas y coloridas variedades frutales.

Foxtezuma se sentó a la mesa preparándose para atacar con firmeza aquellas delicias que habían sido dispuestas. Sin embargo, por aquello de las dudas, primero hizo que las probara su "Callicantle", uina especie de secretario particular en asuntos alimenticios, venenos y atentados contra su real persona, como se llamaría en nuestra actualidad, "un conejillo de Indias", cuya labor en muchas ocasiones le había salvado de una muerte cierta por intentos de envenenamiento.

Al comprobar que el Callicantle no hacía gesto alguno, empezó a devorar a placer cuantas viandas pusieron ante su real persona.

Al final, vació su cuarto vaso del rico neutle; el curado de cacao y se recargó en el almohadón de plumas de cenzontle visiblemente satisfecho, (satisfecho El Monarca, no el cenzontle, ya que ninguna gracia le habrá hecho al inocente animalito que le despojaran de sus plumas), miró fijamente a Martolinalli (por supuesto el Tlatoani, no el cenzontle), quien apenas había probado bocado y finalmente le preguntó: ¿Qué pasa?..., te noto pensativa y triste, parecer Diputado en sesión extraordinaria.

¿Te puedo ayudar en algo para eliminar esa tristeza que adivino en tu rostro?.

Martolinalli, que hasta entonces había luchado sola y a las reales espaldas de Foxtezuma para sacar adelante el proyecto, finalmente optó por sincerarse con su egregia pareja.

¿Recuerdas - le dijo -, a aquel chinampero llamado Topiltzin, que te platicó su sueño de hacerse a la mar para descubrir y conquistar en tu nombre unas tierras lejanas, tan lejanas como llenas de riquezas?.

"Topiltzin.....Topiltzin.., musitó el Tlatoani y al fín,. abriendo los ojos más de lo normal exclamó: ¡Ah si!, aquel soñador... ¿ Y qué pasa con él?.

Pues pasa -retomó la palabra Martolinalli -, que yo me interesé en el proyecto, lo estudie debidamente y decidí apoyar a Topiltzin a llevarlo a cabo.

¿ Y cómo ?, preguntó ásperamente el señor.

Vendiendo las alhajas que me regalaron tú y mis padres.

¿ Tus alhajas?.. ¿ Qué estas mal de la cabeza?... ¿Se te han metido acaso víboras chirrioneras, tepocatas, viudas negras u otras alimañas en el cerebro?..

No, mi señor, dijo con fingida mansedumbre Martolinalli y añadió zalamera: "únicamente me guía la esperanza de contribuír a hacer de tu imperio el más fuerte rescatando para tí cuantas riquezas esconden esas tierras para el engrandecimiento de nuestro rincón patrio.

¿Es verdad que es pensando en mí que arriesgas tus riquezas, que no son pocas?, preguntó Foxtezuma en un arranque de memez o de ingenuidad.

Crecida ante esta muestra de docilidad, Martolinalli respondió airosa para culminar su faena:

Mi mayor riqueza eres tú, mi Señor.

El Monarca, ante este rejón de castigo conmovido aceptó finalmente esa forma de homenaje de su tlatoánica consorte

Bien - dijo al cabo -, y ahora, ¿ qué quieres de mí ?.

Mi señor, las trajineras están listas para hacerse a la mar, solo hacen falta algunos pequeños detalles para ser equipadas.

¿Y cuales son esos "pequeños detalles" ?.

Señor, solo hacen falta provisiones de boca, elementos de abrigo y lo más importante, mintió, y los tripulantes. (se recordará que los tripulantes ya le habían sido otorgados, sin embargo ella trataba de salvar mediante esta jugada, el pellejo del jefe de gabinete que tan amablemente le había autorizado la tripulación ).

¿ Y de cuantos tripulantes estamos hablando?.

Ciento cincuenta, respondió con toda humildad Martolinalli.

¡Ciento cincuenta!, vociferó Foxtezuma como si se le hubiese propuesto desechar la idea del IVA aplicable en alimentos y medicinas.

¿Y de donde piensas que voy a sacar de la noche a la mañana a ciento cincuenta tripulantes de trajinera?.

Martolinalli se miró displicéntemente las reales uñas y repuso: "de tus tlatoánicas cárceles", mi señor.

¿ De las cárceles ?. ¿ Y que saben de navegación esos infames ?.

Nada, agregó su consorte, igual que tus reales Ministros que no saben nada de gobernar ni administrar un pais como el nuestro y ahí están, ocupando el puesto y ganando riquezas, mi señor.

Esta conclusión a la que en muchas ocasiones había llegado el propio Tlatoani, dejó a este sin argumentos en contra.

Sin embargo, se defendió el dignatario, no es lo mismo hacerse al agua, que "hacerse el pato" cubriendo rutinas burocráticas o inclinando la espalda a mi paso.

Es más peligroso el caso de tus Ministros, mi señor, porque en el caso de las trajineras, las que naufragarían serían estas con la sola pérdida de las vidas de sus tripulantes y en el caso de tus Ministros, el que naufragaría es el Imperio completo.

Además, agregó Martolinalli aprovechando el estupor que sus palabras habían causado en su preclara pareja.

Topiltzin se compromete a entrenarlos en todo lo referente a la navegación , en pocos días.

Y ahora - urgió -, ¿ qué me respondes ?.

Y en ese momento, lo único que respondió El Monarca, fué un sonoro ronquido; los humos del neutle en sus diversas variedades habían hecho su efecto.

En ese instante, Foxtezuma navegaba en los oceanos del sueño.

Al día siguiente, El Monarca giró sus instrucciones y de esa manera se hizo la elección de aquella legión de esforzados y valerosos convictos que debía emprender la aventura, al mando del valiente Topiltzin.

Los viejos y los niños fueron rechazados , los enfermos no se consideraban y se dió prioridad a los que se encontraban en proceso de divorcio.

Estos, agradeciendo al Tlatoani este gesto de humanidad, le juraron lealtad eterna hasta más allá de esta vida.

De esta manera, el contingente partió para Zempoala.

Cuando salieron de La Gran Tenochtitlán, Foxtezuma les arengó a gritos -como era su costumbre, aunque no se tratara de una ceremonia como aquella -, finalizando con rotundos "Hoy....Hoy....Hoy..." en respuesta a la pregunta formulada por un futuro tripulante acerca de la fecha de partida.

Y de tal guisa, días después, con las bodegas de las trajineras repletas de agua dulce, elementos de abrigo, provisiones de boca y el mejor armamento ademas de diversas artesanías para trueque, aquellos temerarios emprendieron la aventura.

Las grandes velas de ixtle, sabiamente tejidas por los expertos hilanderos de Chiautempan, fueron izadas y de inmediato se hincharon al viento poniendo en movimiento a aquellas imponentes embarcaciones que se dirigían al descubrimiento de un nuevo mundo, llevando un cargamento de paz, religión y grandes deseos de riqueza y poder.

Aquellos improvisados navegantes, una vez que se alejaron de las costas de Zempoala empezaron a pagar su tributo al mar.

Las bandas de babor y de estribor se veían llenas todo el tiempo y se diría que el barco era tripulado por orientales, ya que todo el personal lucía un delicado color amarillo.

El propio Topiltzin, solo acostumbrado a los suaves vaivenes de su trajinera en su Xochimilco querido, también resentía los efectos de aquel bamboleo, con las mismas consecuencias vomitivas, sin embargo, a toda hora hacía gala de fortaleza sonriendo ante los embates de la mar bravía infundiendo, de esa manera, la confianza necesaria a su leal y empeñosa marinería.

(Continuará)

Cualquier comentario se agradecerá al e-mail: hectorams@gmail.com



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