lunes, 18 de agosto de 2008

Finanzas internacionales


¡Muy buenos días, señor!.
¿Qué tienen de buenos?, contestó gruñón el Monarca, al saludo untuoso, reverente y servil de su Primer Ministro.
¡Caramba, Su Majestad! -repuso este-, ¿Estima usted en poco que este día recibiremos el préstamo de buena voluntad que nos otorga nuestro siempre buen amigo Matangolandia?.
(El Primer Ministro, hábilmente, no estimó conveniente mencionar que, para obtener el susodicho crédito, fué necesario hipotecar por veinte o treinta generaciones los recursos naturales del pais en favor, naturalmente, de Matangolandia).
El Monarca se incorporó del lecho y queriendo parecer indiferente preguntó: ¿De cuanto estamos hablando, mi querido Ministro?.
Primer Ministro, Su Majestad, Primer Ministro, pues le recuerdo que según el Decreto Real de fecha.....
El Monarca levantó su real diestra (y no quiero decir con esto que la siniestra fuera irreal. ¡Vamos, que levantó su mano derecha!.), para contener el alud verbal de su Primer Ministro, al tiempo que decía: Calma, calma, eso ahora no tiene importancia alguna -e insistió-: ¿De cuanto estamos hablando?.
Mas o menos, deducidas las comisiones e intereses correspondientes (tampoco, en un gesto de suprema humildad, consideró conveniente mencionar el pequeño detalle de que la mayor parte de dichas comisiones irían a alimentar sus ya bien forrados bolsillos), alcanza la cifra de Doscientos millones de nuestros Ilusos (unidad monetaria de cuño corriente en circulación en aquellos tiempos en Ilusionlandia).
¿Tanto?, preguntó El Monarca enarcando las cejas.
Ni tanto, poderoso Mandatario apenas lo suficiente para que nuestra nacion pueda superar sus problemas mas acuciantes.
Sin embargo -añadió-, debo decirte, Oh Amado Soberano, que se trata de un "préstamo amarrado".
¿Amarrado de qué o de dónde?, rezongó Su Majestad que, por otro lado, no entendía de finanzas internacionales más de lo que puede entender una iguana de Teología comparada, con perdón sea dicho.
Al etiquetarse como "amarrado", respondió el Primer Ministro con gran suficiencia, quiero decir que los fondos vienen destinados a conceptos muy específicos, Mi Sublime Estadista.
¿Y qué conceptos son esos, mi misterioso Primer Ministro?.
Cosas simples y muy necesarias para el pais como son: El apoyo a la pequeña y mediana industria, el fomento al comercio nacional e internacional y los recursos necesarios para continuar nuestra campaña de lucha en contra de nuestra industria sin chimeneas.
¿Atacaremos al turismo?, bramó sorprendido el real personaje.
No mi egregio señor -repuso el Ministro-, ¡perdón!., el Primer Ministro; al decir "nuestra industria sin chimeneas", me refiero al elevado consumo de la nefasta cannabis indica, juanita o marihuana, tan en boga entre nuestra musical y pujante juventud.
Y como ese concepto -agregó-, muchos otros que constituyen prioridades nacionales a atacar por tu Real Autoridad.
Así como lo pintas, interrumpió El Soberano, ¿De qué manera lograremos fortalecer nuestras arcas para hacer frente a las amenazas del exterior o para proporcionar comida a las huestes de hambrientos que diariamente sitian el palacio?.
Asimismo, y esto es lo más importante, dijo, señalando con índice flamígero a su Real Financiero: ¿De qué manera vamos a pagar ese prestamo ?
El Primer Ministro, sintiéndose dueño de la fórmula mágica, en un gesto de fingida modestia se miró displicéntemente las uñas de la mano derecha, se enderezó el turbante y contestó con toda la humildad que podían contener sus vistosas chinelas:
Con esos mismos recursos, Su Gracia.
¿En que quedamos, no que venian amarrados?.
Precísamente apegandonos a esa condición, Magnánimo Señor es que vamos a resolver todo.
Y agregó: ¿De qué manera podriamos echar a andar nuestras fábricas de armamento, las de queso, los establos, las lecherías, panaderías, obradores, aceiteras, etc., con la generación de empleos que conlleva su arranque, aminorando el desempleo en el pais?
Y qué mejor terapia para nuestra juventud, que la organización de todas las justas, festejos, torneos, festivales y celebraciones que en el momento en que lo desees te salieran de la corona.
El Monarca - que por cierto era un tanto lerdo (con el perdón de las autoridades correspondientes), no alcanzó a comprender la cuestión y con la ceja arqueada, el ceño fruncido, en silencio y ademanes explicitos de los dedos de la mano derecha, urgió a su colaborador a que profundizara en la justificación.
Independientemente de lo anterior -prosiguió el Primer Ministro-, nuestros vecinos Salvajonia y Tercolandia nos han pedido insistentemente créditos en especie en armas y otras mercadeías, que podrían ser surtidos teniendo nuestras fábricas a plena operación.
¿Te refieres -objetó alarmado El Soberano-, a venderles armas a esos macacos, para que luego nos agredan con las mismas?. ¿Te has vuelto loco?.
Señor...señor..., dijo el Primer Ministro contemporizando. ¿Has notado que el armamento actual de tu ejército, se compone de verdadera chatarra que ya no asusta ni a los niños?.
Espadas con los filos mellados, armaduras totalmente oxidadas y algunas perfectamente picadas por la acción agresiva de las aguas del mar; escudos que ya no escudan ni de un estornudo; cascos que más bien parecen coladeras y no protegen ; barcos que hacen más agua que Tehuacan y catapultas que lanzan menos que cualquier pitcher de la liga nacional y asi por el estilo, todo lo demás?.
Si -repuso El Monarca- ¿y eso qué tiene que ver?.
Que ese -respondió el Primer Ministro con firmeza-, sería precísamente el armamento que venderíamos a nuestros vecinos. Claro que luego de darle una "manita de gato" para disimular su estado real; armamento con el cual ni remotamente se les ocurriría atacarnos.
Por otro lado, sabes bien, Amado Guía, que nuestra industria de medicina herbolaria, pócimas, unturas y emplastos, requiere de un decisivo impulso.
Pues bien, primero nuestras fábricas de queso, lecherías, panaderías, obradores de carne, fábricas de aceite, etc., trabajarían hasta el cansancio para iniciar una etapa de comercio en dos frentes principales: El primero, con los productos de primera calidad, saturaríamos el mercado de Matangolandia vendiendo al contado, aún con los precios castigados que ellos mismos nos imponen, creando así una sana revolcencia de recursos con el consiguuiente desprendimiento de utilidades.
El segundo: Los de baja callidad o rechazados por nuestro Real Ministerio de Salud, se otorgarían como parte de los créditos que nos han solicitado nuestros vecinos Salvajonia y Tercolandia, asegurando de esa manera un saludable flujo de divisas a través de nuestras tres principales fronteras, con el gigante del Nort y con los enanos del Sur.
Bien....bien, dijo pensativo Su Majestad y de pronto, volviendo a la carga repreguntó: ¿Y todo eso qué tiene que ver con la industria de medicina herbolaria, pócimas, unturas y emplastos?.
¿No lo adivinas, ¡oh luz del hemisferio y zonas circunvecinas !?.
No... dijo convencido.
Recuerda que son los productos rechazados y los de baja calidad los que irán directamente a Salvajonia y Matangolandia, por lo que no podemos asegurar que las condiciones higiénicas, de salud y baja toxicidad de los mismos, sean los que indican las normas las normas que se aplican para su consumo en Matangolandia y en nuestra patria.
Por otra parte, esos paises carecen de una industria médica, herbolaria, de pócimas unturas y emplastos, de tal manera que al aparecr los primeros brotes epidémicos, que seguramente se presentaran, se abrirá una nueva línea de crédito que permitirá fortalecer a nuestra industria y además de preservar el empleo, permitirá mantener comercialmente cautivos por muchas generaciones a nuestros inquietos vecinos.
D esa manera, ¡Oh Sol de la Patria!, aprovecharemos integramente los recursos que nos han sido otorgados, fortaleciendo a nuestra industria y comercio, creando los necesarios empleos para acabar con las caravanas de mendigos, controlaremos a nuestra "industria sin chimeneas" y firmaremos los necesarios convenios comerciales con los vecinos, salvaguardando nmuestras fronteras de cualquier ataque artero y recuperando con creces los recursos que nos fueron prestados, estando en condiciones de pagar en tiempo y hasta en forma adelantada.
Y ahora, ¡Magnífico Señor!, ¿Estas de acuerdo en que es un día para celebrar?.
Tienes razón, dijo convencido el Dignatario, y agregó: " a este paso podemos, en el curso de unos cuantos lustros, convertirnos en los benefactores de este mundo que ahora, gracias a "nuestra inteligencia", nos abre sus puertas.
Y luego de este destello de sencillez y humildad y musitando algo sobre una "carta de los deberes y los derechos económicos de los estados", se alejó radiante de felicidad, que amarrados o no, aquellos ilusos tendrían una excelente aplicación y le brindarían la oportunidad de que su reinado se inscribiera con letras de oro en la historia de Ilusionlandia.

Nota: Este artículo se publicó en los libros: Sonrisas en el Tiempo y chispazos de humor y en la revista Vida y Nación bajo la dirección editorial de la Lic. Giuliana Martínez Cruz.
Cualquier comentario favor de dirigirlo al e-mail: hectorams@gmail.com

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