viernes, 15 de agosto de 2008

Consideraciones sobre el arte


Nota: Este artículo lo escribí el año de 2002, cuando mi hija era todavía una estudiante universitaria y el amigo de las botas (Fox), se encontraba en el poder, aunque una y otra cosa entre sí nada tuvieron que ver en su momento, que ni mi hija tuvo la culpa de tan desastroso acontecimiento ni el amigo Fox tuvo nada que ver con la educación de mi hija, que de eso él no sabe absolutamente nada, como quedó demostrado en sus seis años de gobierno.


De ninguna manera me considero un erudito en cuestiones de arte; es más, mis conocimientos en la materia que es tan ámplia como la miscelánea fiscal del gobierno del cambio, son totalmente superficiales, como lo son también el gobierno del cambio y su famosa y amenazadora miscelánea. Sin embargo, como quedará demostrado, la vida nos da la oportunidad de cultivarnos minuto a minuto.

Hace algunos días recibí una completa cátedra de arte pictórico, en tanto observaba a mi hija, que estudia Diseño de la Comunicación Gráfica, cuando hacía una de sus tareas.

Advertí inicialmente que Giuliana (así se llama mi hija), emborronaba alegre, desenfadada y sin consideración alguna, un pliego de cartulina, desperdiciando lamentablemente -a mi parecer-, diversos costosos materiales.

Esto llamó poderosamente mi atención y me senté a su lado, fascinado al observar la maravillosa y fácil naturalidad con que vaciaba plumones, adhesivos, polvos, limaduras y un sinfín de productos en el papel, en sus dedos, en el cristal de la mesa y hasta en el copete de mis perras (Perla y Jessie, para servir a ustedes).

Levantó su mirada, clavó en mí sus bellos ojos y preguntó un tanto molesta:

¡......¿Qué?......!.

Nada, repuse, aquí, viendo como desgracias a esa inocente cartulina.

¿Que qué?.., protestó como si con mis palabras me hubiera atrevido a negar la verdad tangible de la bonanza económica del pais, el despegue de las micro empresas financiadas por el sistema, la sorpresiva moralidad de los cuerpos policiacos y órganos diversos de impartición de justicia, o la súbita aparición de inteligencia en nuestros gobernantes, teóricamente elegidos por el pueblo.

¿Que no entiendes -agregó-. que lo que estoy haciendo, es arte?.

¿Y el arte ensucia el medio que te rodea?, pregunté ofuscado e ingenuo, olvidando por el momento los "grafittis" que en forma masiva y ante la pasividad de nuestras locales autoridades decoran nuestra señorial ciudad.

Ay papá, como se vé que no entiendes nada de esto , dijo, sin ocultar un pequeño sentimiento de superioridad.

A ver, repuse verdaderamente interesado en la materia. Este recuadro que tienes a la derecha, añadí señalando un cuadro donde aparecían cientos de rayones de diversos colores, salpicaduras de tinta y pintura y borrones hechos con las yemas de los dedos, que parecian obra de un loco armado con cinco pinceles, tres brochas y otros tantos colores, ¿qué significado artístico tiene?.

Mira, me dijo luego de un suspiro que pretendía denotar la infinita paciencia con que me regalaba. Voy a tratar que me entiendas.

¡Oye!, protesté, si no soy un retrasado mental.

No precisamente, solo que para entender este tipo de arte, tienen que cambiar ciertos conceptos que tu generación tiene muy arraigados.

¿El buen gusto, por ejemplo?, le dije con sorna, al tiempo que sonreía sardónico.

Depende a qué le llames "buen gusto", añadió con su ya conocido humor ácido del que todos en la familia hemos sido víctimas en un momento u otro.

Pero mira, en el pequeño cuadro que mencionas, no tienes que ver precísamente una forma.

Es más, no se trata de un retrato ni de un dibujo en el que tienes que reproducir la imágen del modelo elegido de la manera más cercana o fiel.

Aquí no hay modelo alguno; el modelo te lo dá tu imaginación, tu inspiración, tus sentimientos y tu creatividad y de esa manera lo plasmas.

Es, en suma,- y remarcó la frase-, ni más ni menos que una pintura.

En ella tienes que observar el equilibrio de las líneas y los colores, las tonalidades, las luces, los efectos que deseas imprimir en lo que pintas y finalmente hasta tu estado de ánimo.

Y continuando con la improvisada lección, me pidió:

A ver, síéntate cómodamente y observala desde todos los ángulos.

Advertiras que desde cada uno encuentras algo diferente.

Eso -dijo finalmente-, es arte. ¿Ahora lo entiendes?.

Si, dije parcialmente convencido.

Y es verdad que mediante la observación cuidadosa, bajo los conceptos que me señaló, pude encontrar facetas y pequeños detalles que a simple vista no hubiése advertido.

Y pasando del butacón del espectador al banquillo del artista, acepté su invitación para emborronar un cuadro.

Y créanme ustedes, para mí, que nunca había tenido acercamiento alguno a la pintura, fué una experiencia hermosa el plasmar con pinceles, brochas, plumones, estilógrafos, espátulas, escobillas, los dedos, la nariz, las orejas, los puños de la camisa y las punteras de los zapatos, las por mí ignoradas, grandiosas y coloridas inquietudes de mi cerebro.

Claro está que mi cuadro difícilmente podrá concursar algún día en una bienal de pintura. Es más, ni siquiera en un concurso infantil de palitos y bolitas, sin embargo es satisfactorio observar los efectos que se logran y la sensación de quietud que produce en el ánimo.

Continué observando, ahora ya en silencio, en tanto intentaba inútilmente limpiarme las uñas, dedos, manos, nariz, orejas, puños de la camisa y punteras de los zapatos y llegué a la conclusión de que nunca es tarde para allegarse nuevos conocimientos y si se aprende a crear, es más hermoso todavía y aún más, si quien te guía por ese camino, es un pedazo querido de tu propio corazón, en este caso mi hija, llegas a comprender qué simples son los caminos por los que se puede llegar a la felicidad en cualquier momento; felicidad que produce aún el hecho de ver aquellos que en un principio pensé que eran una colección de borrones y manchas que ahora, bañados del amor de mi hija, adquirían cierta forma.

En otra ocasión, queridos lectores, les platicaré algunas de las experiencias vividas con mis otros hijos. Uno, el mayor estudiando economía, lo cual sin lugar a dudas nos va a hacer llegar a don Carlos Marx y a muchos otros soñadores, a quienes respeto pero nunca llegué a entender, como no los entendió el mundo sensato y el otro, disertando sobre dereho, turismo y banca a cuyos nacionales artífices tampoco he logrado entender, aunque dudo mucho que ellos mismos se entiendan, también con el respeto debido.


Con cariño, desde la muy noble y leal ciudad de México Distrito Federal el 15 de Agosto de dos mil ocho:


Héctor.

Nota: Cualquier comentario se agradecerá al e-mail: hectorams@gmail.com


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