sábado, 20 de septiembre de 2008

El compadre Diputado

Por:
Héctor Augusto Martínez Spota
Oiga compadre, ¿qué haría si fuera Diputado?.
Don Atenógenes se quedó mirando a Celestino con ojos de sorpresa.
¿Yo, compadre?
Si - insistió Celestino -, usted que tanto critica a todas las autoridades, sean o no de elección popular.
¡ Ah caray, compadre!, me la pone difícil.
Usted sabe que lo mío es y y siempre será el campo y nunca he participado en política.
Para ser Diputado, repuso Celestino, yo creo que con ser buen ciudadano, honesto, participativo y que, habiendo padecido los problemas los conozca y tenga los elementos para aportar soluciones, es suficiente.
Por eso, insisto, en su caso y habiendo padecido los problemas que el sistema no ha podido o no ha querido aliviar al campo, ¿ Qué haría o qué propondría de llegar a la Cámara ?.
Atenógenes se acercó la "catrina", la llevó a sus abultados labios y bebió un largo trago de curado de tuna, acto seguido se limpió la boca con el dorso de la mano izquierda, dió el tiempo necesario para dar salida a un generoso eructo y se dispuso a dar su particular punto de vista.
"Pos mire, compadre, lo primerito que haría sería evitar que la lana que el gobierno destina al campo pasara por tantas manos y se gastara pagando a tantos burócratas perezosos que nomás cumplen, a veces con su horario y todos los días sin excepción con asentar las posaderas para estar todo el turno sin hacer nada frente a un escritorio.
Evitaría que hicieran su aparición todos los asesores, capacitadores y empresas dedicadas a ello, como si el campesino fuera un niño de pecho, olvidando que es el campesino que, sin más apoyo que sus propias fuerzas, ha sostenido la produccion de granos, frutas, hortalizas y cereales, y eso a pesar del burocratizado apoyo económico oficial aún cuando se produce con muchas deficiencias porque lo que de veras necesitan, que es dinero, llega mermado y en forma ocasional a sus manos.
Con esto evitaríamos el intermediarismo que afecta al flujo de dinero al campo.
Por otra parte, propondría que se hiciera en forma directa la negociación de las cosechas evitando todas las mesas de trámite ante las cuales deja su tiempo y las raquíticas utilidades la gente de campo.
De esta manera, compadre, los créditos llegarían directamente al surco sin manos extrañas sobre ellos.
De la misma forma, las cosechas se pagarían a un precio justo, sin descuentos, mordidas y demás perendengues.
¿Y usted cree posible que esto se pueda realizar?, preguntó incrédulo Celestino.
¡Claro, compadre!, nomás se necesita alguien que le eche ganas, que hable fuerte en la Cámara y le aseguro que todo se puede lograr.
Esta conversación celebrada ante la barrica en el rancho de Atenógenes, quedó firmemente grabada en la memoria de Celestino.
Han transcurrido diez años y Celestino establece comparaciones entre los ´románticos propósitos de ayer y los crueles hechos del presente.
Hoy en día, Atenógenes es "Don Atenógenes , Diputado Federal por el distrito electoral de Cascarrias de ls Chaparreras, postulado y llevado al triunfo por el partido de siempre y está a punto de cumplir su digna gestión, a lo largo de la cual cobró relieve por ser el dedo más gordo que se levantó en las sesiones.
Ninguna intervención ante la tribuna, ninguna propuesta para el beneficio del campo, a pesar de formar parte de la comisión respectiva.
Ninguna moción digna de mencionarse, ninguna bandera propia en defensa de sus colegas y amigos campesinos que hicieron posible su triunfo.
Sin embargo, efectívamente, logró que el dinero ya no pasara por otras manos antes de llegar al beneficiario.
Ahora, ese dinero pasa por sus propias manos, ya que fué nombrado coordinador de estímulos al campo y se convirtió en una especie de dador de bendiciones, beneficiando a sus cuates, compadres, conocidos, recomendados y allegados asi como a los llamados "Chinos" que eran aquellos que "se ponían amarillos"con su Secretario particular, el Licenciado Bañitos.
En cuanto al pago de las cosechas en forma rápida y expedita, al menos en su distrito electoral se llevaba a cabo, efectívamente, aún cuando en sus propias bodegas de acopio construídas gracias a un subsidio que humildemente aceptó del sistema que antes tanto criticaba y lógicamente pagando a los precios que él mismo imponía a sus paisanos.
Celestino por su parte, también había recibido algunos beneficios del sistema y había acrecentado sensiblemente su patrimonio, a la sombra de su compadre Diputado.
Diez años más tarde, ahora dialogando ante sendos vasos de Wiskey, Celestino preguntó a Atenógenes acerca de dónde habían quedado aquellos propósitos de una década atrás.
Atenógenes respondió:
Una cosa, compadre, es hablar de los toros desde afuera de la plaza, otra diferente es hablar cuando se está en las graderías y otra muy diferente a las dos anteriores, cuando se está en el ruedo.
Cuando se está en esta última situación, la adrenalina hace que el hombre varíe sus propósitos y estrategias , sin embargo, usted puede constatar que el gobierno ha mejorado las condiciones de los campesinos, al menos en mi caso y el suyo, ¿no es así, querido compadre?, dijo con retintín Atenógenes.
Celestino no tuvo argumento en contra y desvió la plática por senderos un poco menos escabrosos.
Poco después se despidieron y abordó el lujoso Cadillac que sustituyó con ventajas a la maltratada Fargo pick up modelo 53 y, haciendo un ademán con la diestra, se dirigió a la comida que tenía programada con el representante de la comercializadora de fertilizantes que vendía los productos que en breve llegarían al campo bajo el amparo moral de Atenógenes, comida que se humedecería no con el tlachicotón de su tierra, sino con el jugo de Escocia al que se había aficionado durante su gestión parlamentaria.
En tanto el automóvil se desplazaba veloz por entre las calles de la gran ciudad conducido diestramente por su experimentado chofer-guardaespaldas, Atenógenes cayó en la cuenta de que efectívamente se había operado un gran cambio en su forma de pensar, en sus enfoques sobre la problemática de la nación y hasta en su vida privada.
Ahora se encontraba divorciado de la Eufrosina y vivía gran romance con la guerita Ivette, a la que rescatara de un cabaret de lujo de la Zona Rosa hacía ya tres años.
Cerró los ojos y se imaginó, ahora, tomando posesión de su escaño.
Si, porque ser Senador de la República sería ahora su siguiente gran paso, que de ahí a la gubernatura de su estado, contando con el apoyo de sus paisanos, "solo tendría que dar un pequeño brinco", como decía sabiamente su colega y compadre, el Diputado Trastupijes, su hábil maestro político.

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