lunes, 21 de diciembre de 2009

¿ DONDE QUEDÓ LA DIPLOMACIA EN LA POLÍTICA ?

Por:
Héctor Augusto Martínez Spota


Nos habían acostumbrado a una forma de hacer política que si bien, desde siempre, había estado rodeada de simulaciones y mentiras, como en todas partes del mundo, sin embargo todavía en ella se daba el ejercicio de la diplomacia y el aparente respeto al adversario, aun cuando por dentro cada quien se quisiera comer al contrario y en algunas ocasiones sin duda acababa haciéndolo pero sin recurrir al insulto público, a la diatriba personal, en pocas palabras, a hacer una política corriente, de basurero, como ocurre en la actualidad de la mal llamada “apertura” o el también erróneamente entendido “cambio”. Ciertamente todos esperábamos un “cambio”, pero entendiéndose por cambio el conocer otros objetivos, el planteamiento de nuevas metas, el echar fuera de nuestro sistema las costumbres anquilosadas de ejercer el poder, el hacer a un lado a una “familia revolucionaria” que manejó al país por tantas décadas, un tiempo con certeza y en sus últimos años con una gran deformación producto de los muchos y variados vicios, corruptelas y errores creados por una impropia e irregular permanencia en el gobierno a la sombra de una despistada oposición que solo servía de tragicómica comparsa al partido en el poder.
Hasta aquí muy bien, se justificaba un cambio, pero un positivo y necesario cambio real, entendiéndose por él la llegada de ideas frescas y una nueva y más limpia costumbre de manejar el poder, sin agresiones verbales y físicas más propias del hombre de las cavernas que de una sociedad civilizada como se supone es la nuestra.
Sin embargo, la primera decepción llega encarnada en la persona de Vicente Fox, quien para mostrar su inconformidad con una gran diversidad de situaciones que inclusive, –como luego se pudo advertir-, no entendía ni llegó a entender en sus lesivos seis años de gobierno- llegó al extremo de presentarse disfrazado de “cerdo” (lo que luego simplemente corroboró con sus acciones y las de su amada Martita) en la Cámara de Diputados, un recinto que merece el respeto no solo de un partido, sino de todos los mexicanos, habida cuenta que es el lugar donde tiene asiento la “representación” de todo un pueblo que mediante su trabajo y sus impuestos mantiene a toda la clase política nacional. Y de la misma manera ha cambiado el discurso de los políticos que, de expositivo y propositivo cambió de pronto a agresivo y corriente dando a entender, en forma equivocada, “que este es el lenguaje del pueblo” y que yo sepa, y lo digo porque soy parte activa desde siempre, quienes formamos parte del pueblo no nos tratamos a base de “mentadas de madre” o de agresiones o insultos de todo tipo, como la actualidad del publicitado mundo político.
Los medios de comunicación, subyugados por los ríos de dinero que se desperdician, así, dicho con toda claridad, que se “desperdician” en este tipo de campañas, olvidaron también aquella censura que aplicaban a su arbitrio alrededor de los años sesentas y setentas, cuando el solo hecho de mencionar aún en forma velada, algún desliz de cualquier funcionario, o personaje de la política, ameritaba que el infractor, si era reportero, perdiera el puesto o si era un simple ciudadano sufriera el acoso de las autoridades hasta que se le obligaba a retractarse públicamente señalando que “se había equivocado”. Si era el trabajador de un periódico, una estación de radio, etc., esta persona quedaba, “vetada” por los medios que de esta manera justificaban los jugosos “embutes” de la clase política gobernante.
Y, ahora, varios años después del cambio, sentimos que las cosas han cambiado para mal, los insultos se han multiplicado, la arbitrariedad (recordemos el caso Paseo de la Reforma, alcahueteado por las autoridades de la ciudad) ha cundido como una plaga y muchas veces los recintos del Congreso, la Cámara Alta y la Cámara Baja, compiten en imagen con cualquier tianguis de los muchos que se instalan diariamente en pueblos y ciudades del mosaico nacional. Y nos preguntamos, ¿por qué hemos llegado a esto?. La respuesta es muy simple, por debilidad del pueblo que sigue votando a lo loco sin exigir, a cambio del voto, comportamiento y resultados tangibles a sus políticos.
¿ Podremos reemprender el camino en beneficio de nuestros hijos y nuestros nietos?: la decisión está en nuestras manos y tiene una simple condición, no precisamente con la práctica lesiva de actuar bloqueando pozos, petroleros o calles, dañando edificios o tomando carreteras, con los efectos negativos que se desprenden de esta equivocada forma de encauzar nuestras protestas sino condicionando, así de simple y fácil, “condicionando”, nuestro voto a los resultados de la labor de nuestros políticos.
¿Será posible?.


1 comentario:

Casa Prados Agua Azul dijo...

Muy buen blog! Un trabajo que poco saben hacer! Da gusto y entretiene leerlo! sigue asi. saludos!